¿Cómo podemos transformar el estrés en una ventaja para el cambio?

En su forma más positiva, el estrés se produce cuando una persona intenta hacer lo mismo de siempre en un entorno nuevo. Una forma de actuar desactualizada produce resultados por debajo de la media y la brecha creciente en el rendimiento genera tensión. Es exactamente el tipo de estrés que se busca, porque contrarresta la inercia de los hábitos. Cuando aumenta demasiado el estrés, en lugar de mejorar el impulso, lo que puede ocurrir es que disminuya la motivación, puede inmovilizar ahogando la creatividad, generando miedo al error o manteniendo una actividad frenética pero ineficaz. En el punto medio entre estos dos extremos se encuentra el nivel ideal de estrés: uno que genere presión positiva en dirección al cambio sin provocar un nivel debilitante de preocupación. A esta zona se le llama «la incomodidad productiva». ¿Cómo lograrlo?

Lo primero es calibrar el estado actual del equipo. Existen señales que indican que el nivel de estrés dentro del equipo puede no ser el suficiente para generar cambios, por ejemplo, personas que estén muy cómodas en el statu quo, que se resistan al cambio, que hablen constantemente de «la manera en que lo hacíamos antes» y no se esfuercen en general. También se deben identificar las personas a las que demasiado estrés les esté limitando. ¿Trabaja alguien horas considerablemente más largas, sin descansar ni comer, mostrándose irritable con sus compañeros? O, ¿se está volviendo alguien preocupantemente callado? ¿Interactúa alguien de forma notablemente menos frecuente? ¿Demuestra su lenguaje corporal fatiga o preocupación? Esos cambios podrían sugerir demasiado estrés.

Conociendo los niveles de estrés dentro del equipo, se pueden tomar decisiones para llegar al punto óptimo. Si existe poco estrés en el equipo y se necesitará algo más de presión antes de que los trabajadores se encuentren dentro de la «incomodidad productiva», hay varias opciones:

  • Aumentar la frecuencia y dirección del líder. Resulta fácil limitarse al statu quo cuando nadie mira, sin embargo, en el momento que un trabajador percibe que su jefe se está fijando en su comportamiento, los niveles de estrés subirán de forma natural. Se sugiere aumentar la frecuencia de la retroalimentación que se les da, pero reduciendo al mismo tiempo su intensidad.
  • Conectar el comportamiento de la persona con algo más grande e importante. Muchas veces los trabajadores no han establecido la relación entre sus tareas y la capacidad de la organización para lograr el objetivo final. Ayuda al equipo a conocer los efectos de su trabajo.
  • Permitir consecuencias negativas y naturales para la falta de acción. Puede ocurrir que los líderes estén dispuestos a asumir el mal rendimiento del equipo para evitar un mal resultado; esto sólo refuerza la percepción por parte de los trabajadores de que no necesitan cambiar. Entonces se debe hacer lo contrario, permitir que el mal rendimiento dé paso a su consecuencia natural.

Al contrario, cuando aumenta en exceso la presión, podrían ser útiles las siguientes intervenciones para calmar el ambiente:

  • Proporcionar feedback positivo frecuentemente. El contenido de la retroalimentación debería centrarse en reconocer y reforzar los pequeños triunfos y en ayudar a resolver problemas para generar impulso. El tono debe ser tranquilo y tranquilizador ya que el objetivo es que el equipo sienta que está progresando.
  • Descomponer el problema en piezas más pequeñas. El ritmo tiende a disminuir por la magnitud del desafío, entonces, sirve ayudar a cada trabajador a centrarse en una parte específica del proyecto. Es útil dividir el proyecto y que cada persona se encargue de un volumen más fácil de gestionar o también se puede descomponer el proyecto en pasos secuenciales y centrarse en uno a la vez. El objetivo es lograr que la próxima tarea parezca superable.
  • Aportar estructura al problema. Muchas personas se estresan al enfrentarse a demasiada complejidad, entonces se les puede proporcionar un camino para que puedan ir avanzando.
  • Ser un ejemplo de confianza. Las emociones dentro de la oficina son contagiosas, entonces la manera más sencilla de bajar el estrés con el equipo consiste en demostrar con lenguaje verbal y no verbal, que todo saldrá bien. Si el líder se muestra tranquilo, reflexivo y decisivo, ayudará a impedir que suba demasiado el nivel de estrés de sus colaboradores.

En algunos casos, los niveles de estrés del equipo serán uniformemente altos o bajos, lo que  permite emplear un enfoque común para todos. Sin embargo lo más probable es que diferentes personas se encuentren en estados emocionales y mentales muy distintos, entonces cuando diferentes miembros del equipo experimentan el estrés de distinta manera, se deberá  mantener más conversaciones uno-a-uno que proporcionen la oportunidad de ajustar la presión.

Independientemente de si hay que pisar el acelerador o frenar, el objetivo es monitorizar constantemente y realizar las correcciones que mantengan al equipo dentro del rango positivo de la incomodidad porque esta es la zona donde se producen los cambios.

Fuente: Harvard Business Review

Share on LinkedInTweet about this on TwitterShare on FacebookPin on PinterestEmail this to someone