¿Cómo dejar de evitar hacer lo que tenemos que hacer?

Tres ideas

En general, al ser humano se le hace más difícil comprometerse con tareas que reportan un beneficio en el futuro y no en el presente inmediato. Esto ocurre porque al cerebro se le facilitar lidiar con información concreta, más que con la información abstracta, y el problema es que se comienza a evitar hacer lo que se debe hacer y que no tiene una recompensa a corto plazo.

Entonces, la pregunta es cómo comprometerse más con las tareas que son más complejas, y la solución es volver a calibrar el análisis costo-beneficio, es decir, conseguir que los beneficios de una acción parezcan más grandes, mientras que el costo de la acción sea más bajo. La recompensa de ejecutar la tarea que resulta desagradable debe ser mayor que el sufrimiento inmediato de realizarla.

Existen tres herramientas para que los beneficios sean mayores y más reales:

Visualizar lo grandioso que será cuando se termine. Si una persona se toma un momento para realmente imaginar los beneficios de terminar una tarea importante que está evitando, puede ser un ejercicio suficiente para no quedarse bloqueado. Entonces, por ejemplo, si hay alguna llamada pendiente o un mail que falta responder, es útil imaginarse la gloriosa sensación del trabajo bien hecho una vez finalizados los pendientes.

Comprometerse públicamente. Informar a otros que se va a hacer algo amplifica el atractivo de llevarlo a cabo, ya que el sistema de recompensas del cerebro es muy receptivo a la evaluación social. A la mayoría de las personas no les gusta parecer tontos o incapaces delante de otros, entonces al decir: «voy a mandar el informe al final del día», se añaden beneficios sociales asociados a cumplir la promesa, lo que serviría como incentivo para hacer frente al problema.

Asumir los inconvenientes de la inacción. El ser humano es reacio a evaluar adecuadamente la situación actual: aunque se logran sopesar los costos y beneficios de hacer algo nuevo, se tienen  menos probabilidades de considerar los pros y los contras de no hacerlo. Esto se conoce como ´sesgo por omisión´ y conduce a ignorar algunos de los beneficios más evidentes de hacer las cosas.

Entonces imaginar los beneficios de las tareas cumplidas, comprometerse con otros y visualizar los costos de no hacer lo que se debe hacer, son estrategias útiles para comenzar a dejar de procastinar. 

Fuente: Harvard Business Review

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